lunes, 30 de noviembre de 2009

Un Lugar en el Bosque




Esta historia cuenta sobre un famoso maestro que  era muy conocido dentro de su comunidad porque todos decían que era un hombre tan piadoso, tan bondadoso, tan casto y tan puro que Dios escuchaba sus palabras cuando él hablaba.


Se había creado una tradición en aquel pueblo: todos los que tenían un deseo insatisfecho o necesitaban algo que no habían podido conseguir, iban a ver al maestro.


El maestro se reunía con ellos una vez por año, en un día especial que él elegía. Y los llevaba a todos juntos a un lugar único que él conocía, en medio del bosque.


Y, una vez allí, cuenta la leyenda, el maestro encendía con ramas y hojas un fuego una manera muy particular y muy hemosa, y entonaba después una oración en voz muy baja, como si fuera para sí mismo.

Y dicen...


Que a Dios le gustaba tanto aquellas palabras y se facinaba tanto con el fuego encendido de aquella manera, amaba tanto aquella reunión de gente en aquel bosque... que no podía resistirse a la petición del amado maestro y concedía los deseos de todas las personas que allí estaban.


Cuando el maestro murió, la gente se dio cuenta de que nadie conocía las palabras que él decía cuando iban todos juntos a pedir algo.


Pero conocían el lugar del bosque y sabían cómo encender el fuego.


Una vez al año, siguiendo la tradición había instituido, todos los que tenían necesidades y deseos insatisfechos se reunían en aquel mismo lugar del bosque, prendían el fuego de la manera que habían aprendido del viejo maestro y, como no conocían sus palabras, cantaban cualquier canción o recitaban un salmo, o sólo se miraban y hablaban de cualquier cosa en aquel mismo lugar alrededor del fuego.

Y dicen...


Que a Dios le gustaba tanto el fuego encendido, le gustaba tanto aquel lugar en el bosque y aquella gente reunida... que aunque nadie decía las palabras adecuadas, igualmente concedía los deseos a todos los que allí estaban.


El tiempo ha pasado y, de generación en generación, la sabiduría se ha ido perdiendo...


Y aquí estamos nosotros.


Nosotros no sabemos cuál es el lugar del bosque.


No sabemos cuáles son las palabras...


Ni siquiera sabemos cómo encender el fuego como lo hacía el maestro.


Sin embargo, hay algo que sí sabemos.


Sabemos esta historia.


Sabemos este cuento...

Y dicen...


Que dios adora tanto este cuento, que le gusta tanto esta historia que basta con que alguien la cuente y que alguien la escuche para que Él, complacido satisfaga cualquier necesidad y conceda cualquier deseo a todos los que están compartiendo este momento...

Así sea...

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